Vistas de página en total

sábado, 21 de junio de 2014

Liebster Awards

No, hoy no os traigo un nuevo capítulo de "Herrores", hoy vengo con algo distinto. Esta entrada es un paréntesis en la historia y además una buena forma de que conozcáis más de mí. 

Liebster Awards (http://liebsterawards.blogspot.com.es/reglas.html) es una especie de juego que funciona a través de la famosa "nominación" y cuyo objetivo es que demos a conocer nuestros blogs de una forma original y dinámica. A mí me ha nominado Blanca, del blog http://labiancablanche.blogspot.com.es/, una antigua compañera de clase que la verdad tiene un don a la hora de escribir, me da la sensación de que redacta tan fácil como respira. Habla de sus pensamientos, plasma reflexiones y en definitiva lo que le sale de dentro, si tuviese que definirla con una palabra sería "sincera". 

A continuación paso a responder las preguntas que ella me ha planteado: 

1. ¿Qué o quién te empujó a empezar a escribir?
Creo que empezó en Primaria, me di cuenta de que me gustaba que nos mandaran redacciones de deberes y a partir de ahí la afición fue creciendo progresivamente. Supongo que las felicitaciones de profesores y piropos de compañeros, familiares y amigos ha ayudado a que siga escribiendo, no obstante, en última instancia escribo por mí. Me ayuda, me gusta y me relaja. 

2. Autor(es) y libro(s) favorito(s)
Mi autor favorito es Charles Bukowski por decir lo que nadie se atreve a decir y mi libro favorito es "Nada" de Carmen Laforet, por decir tanto sin decir nada (valga la redundancia). 

3. ¿Con qué tres palabras definirías tu blog?
Ya que es una novela, describiré la novela en sí: Impredecible, directa y tragicomedia. 

4. ¿Serías capaz de dejar de escribir si alguien muy importante para ti te lo pidiera?
Ya me ha pasado y no ha sido así. 

5. ¿Qué tipo de personaje de ficción es tu favorito? ¿Y real?
Coincide el de ficción con el real: alguien extravagante, con sentido del humor, sin miedo a la muerte, aventurero y un punto de maldad. 

6. ¿Cuáles son tus mayores aficiones?
Escritura, moda, maquillaje y cine (sobre todo el francés, español e inglés)

7. Además de la inspiración, ¿qué crees que es importante para alguien que escribe?
Mucho morro, caradura, valentía... (como lo quieras llamar) en definitiva ser capaz de escribir lo que se quiere sin el miedo al qué dirán. 

8. Si tu blog tratara de otra cosa, o tuvieras un segundo blog, ¿de qué sería?
Tengo un segundo blog que había privatizado (en realidad mucho anterior a este) y que os dejo a continuación: http://megustanloschicosmalos.blogspot.com.es/, en él plasmo reflexiones y en general, todo lo que se me viene a la cabeza. Creo que me podéis conocer mucho más que en este blog, ya que "Herrores" es ficción pura y dura aunque con pinceladas de sucesos reales. Os invito a pasaros y a seguirme, aunque no prometo actualización constante, ya que este verano prefiero centrarme en esta novela, puesto que me gusta más no mostrar mis pensamientos directamente y dejar que mi personalidad se deduzca a través de un relato ficticio. ¡Ah, por cierto! No esperéis diseño en mis blogs, sólo vais a encontrar contenido, son muy austeros y simples, siento si no agradan a la gente, pero prefiero dejarlos así. 

9. ¿Crees que el término "raro" es necesariamente algo negativo?
En absoluto, para mí lo raro suele ser la mayoría de las veces positivo. 

10. ¿Qué crees que tiene tu blog de especial para publicitarlo? ¿Qué característica de él exprimirías para darlo a conocer?
De primeras, al ser una historia nueva (que de momento sólo existe en mi mente) ya es algo irremediablemente único y especial. Pero hablando de la novela en sí, supongo que lo que la define es la claridad en la expresión (un habla coloquial), algo que puede invitar a iniciarse en la lectura hasta a la persona que más odie leer. Por otra parte también he querido mostrar una realidad  sutilmente deformada, una característica muy propia de mi estilo y que puede llegar a ser atractiva para el lector. No parece que haya un hilo en la historia y el cambio de personaje es continuo, algo que creo que aporta frescura continua a la trama y no da pie al aburrimiento. 



Hasta aquí mis preguntas. Me ha gustado mucho responderlas y espero que os haya entretenido. Aprovechar, ahora que puedo hablar, para deciros que este verano estarán muy activos tanto "Herrores" como mi canal de Youtube en el que subo cortometrajes y reflexiones, del cual os dejo el enlace a continuación:  https://www.youtube.com/user/GlamRocker28 , el próximo corto lo grabaré en julio (ya tengo el guión y los actores). Si alguien quiere participar en algún otro o comentarme cualquier cosa mi correo es: glamrocker28@gmail.com.

Y bueno, ahora me toca nominar. La gente que sigo, hace mil que no escribe nada y no creo que lleguen a saber hasta dentro de mucho que les he nominado. Los blogs que actualizan constantemente son los de moda, así que qué mala pata. De todas maneras, tengo la suerte de que mi prima, aunque no actualice hace meses, escriba, y con ella sí que puedo contactar e insistir hasta que conteste mis preguntas y además, he tenido la suerte de conocer hace poco a una chica que me ha enamorado con sus escritos y que seguro que llegará muy lejos. Por lo tanto, aquí dejo mis nominaciones:

Blog de mi prima Belén: http://perderosenelviento.blogspot.com.es/
Blog de Noggue: http://suicideisonmyfuckinmind.blogspot.com.es/

Las preguntas que les planteo son las siguientes:
1) ¿Cuál es el tema sobre el que más escribes?
2) Si tu vida fuese una novela, ¿cómo la titularías?
3) ¿Hay alguien de tus amigos que escriba? ¿y de tu familia?
4) Define tu estilo a la hora de escribir.
5) ¿Qué profesión te gustaría tener en un futuro? ¿está relacionada con la escritura?
6) ¿Tus textos tienen que ver contigo o son ficticios?
7) ¿Alguna vez has escrito algo y no lo has publicado por el miedo al "qué dirán"?
8) ¿Piensas que la libertad de expresión actualmente es una realidad?
9) ¿Eres más de leer o de escribir?
10) ¿Escribirías sobre sexo? ¿Por qué? 

Espero que contestéis lo antes posible y que os resulten entretenidas las preguntas.

¡Un abrazo a la gente que me lee y otro a los que no!

viernes, 25 de abril de 2014

Capítulo 7: Marroquí de Marruecos.

Me encanta el sol de después de la lluvia. Es como cuando te acuestas podrida y ahógandote en lágrimas y  a la mañana siguiente mágicamente te encuentras mejor, renovada y más segura de ti misma. Con fuerzas, con sol, con vida. Entonces me acordé de Borja, de mi exnovio, y básicamente de lo mucho que me había jodido. Y le di las gracias mentalmente, de corazón. Ahora era una mujer nueva, recién sacada del embalaje, sedienta de vida y ansiosa de triunfo. "Lo que no te mata te hace más fuerte" y vaya que si lo había hecho. Llevaba desde adolescente adorando a los "sin casa" a la gente libre, sin ataduras, a aquellos solitarios de los bares, de las calles, los cines y los museos. Amaba a los que habían aceptado la inevitable muerte y se dedicaban a exprimir cual naranja cada segundo, cada milésima de tiempo para sacar todo el jugo posible a su vida. Y joder, me pregunté ¿Por qué adorarlos y no ser uno de ellos? Y así lo hice, la palmamos demasiado pronto como para ocupar nuestro valioso e irrecuperable tiempo en cosas que realmente no queremos hacer. 

Inmersa en mis pensamientos llegué a un Kebab. El estómago me avisó de que tenía que entrar. Y entré.
El mostrador estaba vacío. Pensé en coger alguna bolsa de patatas que había en los estantes e irme corriendo. Pero no lo hice.

- Hola - dije con una voz aguda forzada. 
Y entonces pasaron dos cosas a la vez: Apareció un chico guapísimo y yo me acordé de que no tenía cartera y por lo tanto, tampoco dinero.  Tal vez debería haber robado las patatas. Puse cara de disgusto.

- ¿Estás enfadada? - me preguntó el moro guapo.
- Bueno, algo así... ¿tan expresiva soy? 
- O yo observador, según se mire - me contestó - ¿qué te pasa? 
- Qué tenía que haberte "chingado" algo cuando estabas dentro, acabo de acordarme de que no tengo dinero. 

El moro sonrió. Y vaya sonrisa. Y qué pestañas más largas. Y qué todo. Yo también le sonreí.

- Qué pestañas tienes. Eres un moro guapo - le dije sin pensarlo.

Él se puso colorado y miró hacia abajo.

- Dime que quieres.
- Si no tengo dinero.
- Tú dimelo. 
- A ti.

Otra vez sus pestañas hacia abajo.

- De comer, tonta - me dijo.
- Una bolsa de patatas de esas - le indiqué mientras las señalaba. 
- Pues aquí las tienes.

Me las tendió y cuando las iba a coger vaciló.

- Dime como te llamas antes.
- Me llamo Nina - le contesté con una sonrisa pícara.

Me dio la bolsa y le di las gracias mirándole a los ojos. Después di media vuelta y me dispuse a salir a la calle.

 - Por cierto en  en España nos llamáis a todos "moros" pero yo soy marroquí, lo de "moro"  no existe.
 - Ahám. Perdona entonces. Aunque preferiría llamarte por tu nombre.
 - Me llamo Adil. 
 - Encantada Adil. Volveré pronto por aquí.

jueves, 12 de diciembre de 2013

Capítulo 6: La buena vida.

 Me desperté o tal vez resucité, en una cama desconocida. Los rayos de luz atravesaban la ventana e iluminaban la pequeña habitación.  Una silla rebosaba ropa sucia, o tal vez limpia. Había un póster enorme de Bob Marley cubriendo la pared de lado a lado. Ah, sí. Estaba en casa del porreta, de Omar. Me rujió el estómago. Tenía hambre, demasiada hambre. Me levanté de golpe y salí al pasillo en busca de la cocina. Mis pies descalzos se helaban a cada paso. Llevaba una camiseta grande a modo vestido, sería de él. No me costó encontrar la cocina, era pequeña, como el resto de la casa. Abrí la nevera, estaba medio vacía. Cogí una tableta de chocolate y la partí por la mitad. Me apoyé en la encimera y empecé a zampar. El fregadero estaba lleno de platos sucios y del cubo de basura sobresalía la esquina de una caja de cartón de una pizza. Poco tardé en terminar de comer, después me lamí los dedos, aunque se me quedaron algo pegajosos. Y entonces fue cuando le escuché. Me dirigí a la sala de estar lentamente, con pasos de gatita, intentando hacer el menor ruido posible. La puerta estaba entornada, me asomé. Omar estaba sentado en su sillón de mierda y tocando una guitarra de mierda. Pero la canción era buena. Era lo único bueno de todo. Del mundo en general. Era lo mejor que había vivido la humanidad hacía mucho tiempo. Entonces me vio y paro en seco. Yo entré en escena.

- Nunca dejes de hacer algo que haces bien - le dije mientras me sentaba a su lado.

Él no dijo nada.  Después guardó la guitarra en una funda y la dejó apoyada en la pared. 

- No te metí mano. 
- Ya se que no me metiste mano, ¿me desmayé y me llevaste a tu cama no?
- La camiseta es mía, te la puse yo.
- Sé que no te has aprovechado de mí, eres demasiado distante. 
 -¿Te vas a ir? 
- Sí, dentro de nada. 

Se levantó y a los dos minutos volvió con una sudadera suya, mi minifalda, mis botas y mis medias rotas.

- Si quieres pantalones te los tendrás que comprar, no creo que te vengan los míos - me dijo.

Y entonces sonrió por segunda vez. Me lanzó su sudadera. Me quité la camiseta y me la puse, después la minifalda y las medias, todo delante de él. Hizo como si no mirara, pero yo sabía que sí. Finalmente me enfilé las Martens. Me dejé mi chupa y mi camisa de encaje allí, así tendría excusa para volver en caso de que fuese necesario. Me levanté y me despedí:

- Bueno pues me voy, ha sido breve pero intenso.

Le di la espalda y crucé el marco de la puerta.

- Nina - me llamó. No me lo esperaba.

Me giré y le miré sorprendida. Y la vi. Vi esa mirada en sus ojos.

- Cuídate - me dijo. 
Le sonreí.

- No te enamores de mí, Omar.

Él no me dijo nada y yo salí de su casa. Bajé las escaleras y llegué a la calle. Había poca gente, sería temprano.

- ¡IMPOSIBLE!

Miré hacia arriba y vi a Omar asomado al balcón.

- ¡¿QUÉ ES IMPOSIBLE?! - le grité.
- ¡IMPOSIBLE ES NO ENAMORARSE DE TI!

Qué buena era mi vida, joder.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Capítulo 5: Omar y Maríha

El tío se llamaba Omar. Vivía en un piso pequeño y sucio. Oscuro. Cualquiera que viviese allí querría suicidarse o se haría escritor. Sí, la escritura y el suicidio se parecen, aunque no sé exactamente en qué. O a lo mejor sí. Había un pasillo estrecho, al fondo el salón. Un sofá negro de cuero viejo, o quizás imitación al cuero. Destrozado pero utilizable. No había televisión y olía a porro. 

- No tienes tele.
- No.

Tampoco me importaba demasiado la razón, así que no indagué. En realidad aquel desconocido me importaba una mierda, al igual que le importaría yo. Teníamos mucho en común.  
Me senté en el sofá, más bien me tiré sobré él, estaba reventada, la violencia y adrenalina  de aquel día me estaban ya pasando factura, estoy loca, pero no tanto.

Omar se fue. Yo aproveché para quitarme la chupa y acomodarme. No sabía que iba a hacer el día siguiente y eso me llenaba. Me sentía viva. Cerré los ojos y eché mi cabeza hacia atrás. Sonreí, me encantaba sonreír. A los pocos minutos noté que el sofá se hundía a mi derecha, así que abrí los ojos. Omar se había sentado y tenía el grinder y la maría ya en su mano. 

- ¿te vas a fumar un porro?
- ¿siempre piensas en voz alta?
Me callé. Con ese tío era imposible mantener una conversación, una pena, porque yo adoro hablar. Era un poco gilipollas pero me caía bien. Mientras se liaba el porro empecé a pensar. No había televisión así que no tenía nada mejor que hacer que pensar. Tal vez me quitaría la tele de mi piso, sí, la iba a tirar por la ventana en cuánto volviese. Bueno, a lo mejor no iba a volver. No, no iba a volver, al menos en mucho tiempo. Era hora de dejar de sobrevivir, de empezar a vivir.  

Después de prensar el porro, lo encendió y le dio una calada. Le miré fijamente los labios, los tenía bonitos. 

- ¿Quieres?
- Sí.

Lo cogí y le di una calada. Nunca lo había probado, así que ya era hora de hacerlo. Me tragué el humo y esperé un rato, después lo eché. Noté como mis músculos se relajaban. Se lo pasé. Él le dio dos caladas fuertes y me lo tendió. Tenía los ojos rojos. Yo le di otra, más profunda que la anterior. Cuando se lo pasé me di cuenta de que me empezaban a pesar los párpados y eso me hacía gracia. Me empecé a reír. Y fumamos hasta que se acabó. Yo no podía parar de reír y él estaba medio sobado. Un hormigueo recorría mis manos. Seguí riéndome hasta que él se despejó y empezó a reírse.

- ¿Es tu primera vez o qué?

Yo intenté contestarle pero me di cuenta de que no podía. El hormigueo me había llegado a los labios y no podía articular palabra, sólo podía reírme. Me acosté en el sofá y empecé a darle patadas juguetonas.

- Madre mía, como se te va la pinza - me dijo mientras me cogía de los pies. 
El hormigueo se fue propagando hasta que no sentía mi cuerpo. Entonces me di cuenta de que algo en mí no iba bien. Me caí del sofá y perdí el conocimiento. Oscuridad.

sábado, 23 de marzo de 2013

Capítulo 4: Autoestop

Anduve o andé, todavía no lo tengo muy claro, pero avancé. Siempre se avanza andando.  El asfalto estaba empapado y todo olía a perro mojado . Estaba sola y joder, bendita soledad. Era libre, completamente libre. No tenía móvil, no tenía llaves, ni siquiera dinero, pero me sentía sospechosamente bien. Claro que de libertad no se vive y debía encontrar un medio para llegar a casa, al menos a la ciudad. AUTOESTOP. La palabra me vino a la cabeza de repente y eso era lo que iba a hacer. Siempre me he guiado por mis impulsos, siempre, y mi extravagante personalidad es fruto de ello. No sé exactamente quién soy, pero sé que algún día seré alguien importante: soy una estrella, pero todavía nadie se ha dado cuenta. 

Me paré en el arcén de la carretera y levanté el dedo pulgar.  Nadie paraba. Pasaba un coche cada dos minutos aproximadamente. Estaba anocheciendo, pero todavía había algo de luz. Me veían. Me veían y no paraban y eso me cabreaba. No iban muy rápido, así que decidí colocarme en medio de la carretera. Un Polo blanco con música Reggae a todo volumen se dirigía hacia a mí a una velocidad considerable. Intentó esquivarme pero yo todo el tiempo me interponía en su camino. Tragué saliva, por un momento pensé que no iba a frenar, pero lo hizo. De golpe. Se me erizó la piel. Tocó el claxon repetidas veces. Le miré a través del cristal delantero. Era un tío joven. Abrió la puerta y entonces pude reconocer que la canción que escuchaba era "Tú eres como el fuego" de Morodo. Un coche se acercaba, como invadíamos su trayectoria, nos adelantó por el carril izquierdo y al pasar el viejo que lo conducía grito: "¡CAPULLOS, NO OS PODÉIS QUEDAR AHÍ PARADOS!".  Ninguno de los dos se inmutó a causa de aquel comentario.

El chaval parecía tranquilo, era muy delgado y alto. Se acercó a mí y me susurró al oído:
- No tengo dinero.
- ¿Que dices? No quiero dinero, quiero que me lleves a la ciudad.
- Pero ¿no eres puta?
Quizás el rímel corrido y las medias rotas ayudaban a su deducción, así que no se lo tuve en cuenta.
- He tenido algún que otro percance.  Déjame subir en tu coche, por favor.
Me sonríó, tenía un diente partido. Me indicó con la mano que le siguiese, abrió la puerta del copiloto y él, rodeando el capó, paso a la otra parte del vehículo y se sentó tras el volante. Los dos cerramos las puertas a la vez. Paró la música y arrancó. El interior del coche olía a porro.
- ¿A qué te dedicas?
- No te incumbe - me contestó el muy imbécil. 
- Ah.  

El resto del trayecto lo pasamos callados. Cuando llegó al barrio donde vivía aparcó. Quitó las llaves del coche y se quedó mirándome fijamente, tenía los ojos achinados.

- ¿Puedo pasar la noche en tu piso? - le pregunté.
- Claro. 

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Capítulo 3: Perras

Salí de la casa. Había dejado de llover. El viento me apartó bruscamente el pelo de la cara y enfrió mis ideas, debía largarme de allí. Tenía el mando que abría el gran portón metálico, lo saqué del bolsillo de la chupa y justo en el momento en que iba a pulsar el botón que me llevaría hacia la libertad, algo negro se abalanzó sobre mí. Poco me costó percatarme de que era un Rottweiler furioso. "Maldito Joaquín, ¿no quieres que tu brujita desaparezca eh?" pensé mientras me quitaba al animal con una patada de encima. El perro no iba a darse por vencido fácilmente, saltó y consiguió tumbarme en  el césped. Sus dientes estaban afilados y me echaba el aliento caliente combinado con las babas en la jeta. Me entró la risa. Sí, aunque parezca ridículo empecé a descojonarme como una auténtica imbécil.

- ¡Quita chucho, que me estás empapando! ¡El pervertido de tu amo me seca la camiseta y ahora tú me haces esto? ¡sois los dos igual de perros! ¡jajajajaja!

Me reía a carcajadas mientras esquivaba los mordiscos del Rottweiler, a él la situación no parecía hacerle ninguna gracia.

- ¡Eh! ¡Eh! ¡Joya, es suficiente! ¡Yo me ocupo de ella!

Justo en ese momento me percaté de dos cosas: no era un perro, era una perra y Joaquín no estaba muerto. Al parecer no había llegado a romperle el cráneo, mi agresiva imaginación me solía jugar malas pasadas. Joya se apartó. Era una sumisa, no tenía nada que ver conmigo, por eso no nos llevábamos bien.

- Tu perrita es una joya Joaquín, trata a los invitados de maravilla - le dije mientras me incorporaba. 

- Sabe como detectar a una auténtica zorra...

A ricitos de oro le sangraba la cabeza, mucho, aquello parecía una fuente, era digno de admirar el hecho de que todavía pudiese mantenerse en pie y no haber perdido el sentido del humor.

- ¿Te he hecho daño? - le pregunté poniendo unos forzados y burlones morritos tristes.

Antes de que me respondiese apreté el botón del mando y el portón comenzó a abrirse. La perra ladraba como una loca, estaba fuera de sí.

- No brujita, el daño te lo voy a hacer yo a ti. 

 Se colocó detrás de mí y apretó mi espalda contra su pecho. Tapó mi boca con su mano derecha y con la otra me arrebató el mando y lo lanzó lejos de nosotros. Joya empezó a ladrar al mando, era muy tonta.
La puerta metálica ya estaba abierta de par en par, pronto empezaría a cerrarse de nuevo, tenía que darme prisa si quería escapar. Oí como Joaquín se bajaba la bragueta. Me rompió las medias.

- Espera, quiero que me beses, quiero sentir tus labios - me dijo mientras apartaba su mano de mi boca y me forzaba a colocarme frente a él. 
- ¿Sabes que estoy enamorándome de ti no? - le pregunté mientras me mordía ligeramente el labio inferior.

- Estás loca. Y eso me encanta. 
Le cogí de la nuca y le morreé. Escuché como la puerta se empezaba a cerrar. Era el momento. Le mordí la lengua con todas mis fuerzas hasta sentir el corte. Me dio un empujón muy brusco, me costó mantener el equilibrio.

- No sabes lo que has hecho, no sabes las consecuencias de ir de listilla por la vida, no tienes ni idea de con quien te estás metiendo.

- El que no tiene ni idea de con quien se está metiendo eres tú - le grité al tiempo que le daba una patada en la entrepierna.

Se tiró al suelo, no paraba de gritarme y maldecirme,  decía algo de sus huevos, yo ni siquiera le escuchaba. Cogí el mando y salí a la calle, pero justo en el último momento la perra clavó sus dientes en mi bolso. No me dejaba marchar. Estábamos invadiendo la trayectoria del portón así que los detectores de seguridad provocaron que la puerta se volviese a abrir. Joaquín se estaba incorporando, así que tuve que soltar el bolso y dejarlo en manos de Joya. Mi documentación, mi móvil, mis llaves y mi dinero ya eran historia. Una vez fuera pulsé el botón de cerrar y empecé a correr por el asfalto todavía mojado. Poco después escuché a Joaquín gritar:

- ¡Arrieros somos y en el camino nos veremos! ¡Hasta que la vida nos vuelva a unir, maldita bruja!

Me reí para mis adentros, estaba casi tan loco como yo, no era un mal tipo. Lo que nunca me hubiese imaginado era que tenía razón, que volveríamos a encontrarnos años después, aunque fuese en unas circunstancias muy distintas.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Capítulo 2: Pelirroja peligrosa.

Llovía a cantaros. El coche de Joaquín era un Porche plateado de dos plazas. Nunca he entendido demasiado de coches, pero parecía bastante caro. Me abrió la puerta del copiloto y yo me acomodé. Los asientos eran de cuero y el interior del vehículo olía a vainilla. El entró enseguida.


     - Dios, que frío hace –me quejé al tiempo que el vaho salía de mi boca.

     - Tranquila, ahora pongo la calefacción – me aclaró con su voz aterciopelada.


Seguidamente pasó su brazo sobre mis hombros y frotó energéticamente mi chaqueta para hacerme entrar en calor.

Apretó un botón y deslizó hacia la derecha el regulador de temperatura. Los asientos estaban climatizados. Me quité la chupa y la deje a un lado, junto a mi bolso. Noté como su mirada se posó en mi camisa de encaje.


     - Eres como una brujita sexy – me dijo – vas vestida de negro pero insinuando.

     - Yo no insinúo nada.

     - Ya bueno, pareces bastante directa y por lo visto con carácter.


Me callé. No tenía nada que contradecir, era la pura verdad. Él sonreía, no paraba de sonreír. Yo tan sólo abrí el pico para indicarle la dirección de mi casa. El asintió.

Diluviaba. Las gotas golpeaban el cristal frontal con furia, parecían enfadadas. Pasados cinco minutos me di cuenta de que nos estábamos alejando de mi barrio y habíamos tomado otra dirección.


     - Creo que te estás equivocando, vamos en sentido contrario.

   - Que me hayas dicho la dirección de tu casa es una buena información, pero no significa que vayamos a ir, no sé si lo entiendes – ni siquiera se volvió para mirarme.


Me asusté. Intenté abrir la puerta del coche, estaba cerrada.


     - Para, me vuelvo andando.

     - Que va.


Seguía conduciendo. Levantaba las cejas y sonreía exageradamente, la piel se le llenaba de arrugas, era demasiado mayor para mí.


     - Tienes más de veintiocho años, ¿verdad?


No dijo nada. Posó su mano en mi muslo. La fina media me permitía sentir el calor: ardía al tacto. Un sudor frío recorrió mi piel, temía por mi vida. No debía haber subido a aquel maldito coche.


     - No lo entiendo, de verdad que no lo entiendo – decía al tiempo que negaba con la cabeza sin dejar    de mirar al frente.


De pronto me di cuenta de que los limpiaparabrisas hacían un ruido demasiado fuerte, no me dejaban pensar. Me alteraban.


     - ¿El qué no entiendes Joaquín? – le pregunté mostrando una mínima parte de mi nerviosismo.

     - Eso que dicen de que las pelirrojas sois peligrosas, porque tú estás acojonada pequeña.


Yo era morena, pero me había teñido el pelo de color caoba, algo que pegaba bastante con mi estilo Glam Rock.


     - No estoy acojonada – le ladré disimulando el temblor de mi voz.


No podía permitirme venirme abajo, tenía que plantarle cara. Siempre he sido una tía valiente. Iba a librarme de ese tío, todavía no sabía cómo, pero lo iba a hacer. Improvisaría tal y como me habían enseñado en las clases de interpretación, ya que al fin y al cabo la vida no es tan distinta a una obra de teatro. La gente actúa, o dicho de manera más coloquial, miente. Todo el mundo pretende ser algo que no es para ganar, para triunfar. La vida es como el póker: un juego de falsas apariencias en el que no gana el que mejores cartas tiene, sino el que sabe cómo jugarlas.

Joaquín me había engañado, había fingido ser otro. Era una mala persona. No obstante, yo iba a hacer exactamente lo mismo para escapar de esa incómoda situación, me pondría una careta durante unos minutos, quizás media hora. ¿A caso no era lo mismo que había hecho él? ¿Cómo de gruesa es la frontera que separa el bien del mal?


     - Sólo pensaba parecer inocente y asustada, creía que te gustaba ese rollo – le dije forzando un tono sensual en mi aguda voz.

     - Ah. ¿Eres mala eh? Eres de las mías.

     - Yo seré lo que tú quieras que sea – dije al tiempo que me subía ligeramente mi minifalda.


Él suspiro y siguió conduciendo. Yo no dije nada, sólo le miraba como una gata en celo. No aparté mis ojos de su rostro hasta que paró el coche frente a una enorme puerta de metal. Sacó un pequeño mando de la guantera y la abrió pulsando un botón. Entramos al jardín.


     - ¿Es tu casa? – le pregunté asombrada.

     - Sí y esta noche también tuya.


Aquel tío era un pervertido, un madurito al que le iban las jovenzuelas. No parecía a simple vista muy peligroso, pero no me había dejado volver a mi casa en cuánto se lo pedí. No era legal, debía deshacerme de él. Al bajar del coche cogí disimuladamente el mando de la puerta de salida, ya que podría necesitarlo, lo guardé en el bolsillo de mi chupa y cerré la cremallera. Seguía lloviendo.
Anduvimos hasta llegar a la casa en sí. Era un chalet enorme, con las paredes blancas y una piscina que lo rodeaba completamente. Las gotas de lluvia hacían salpicar el agua. Precioso. Al haber ya poca luz, una gran cantidad de luces iluminaban cálidamente el jardín. Entramos. Joaquín me dio una palmadita en el culo al llegar al recibidor.


     - ¿Qué te parece brujita? – me preguntó al tiempo que abría una puerta doble de cristal.


Un enorme salón apareció ante mis ojos: era blanco, de estilo minimalista. Me gustaba. Nuevamente todo olía a vainilla, un aroma que una vez te invade las fosas nasales es difícil deshacerse de él.


     - Tienes buen gusto para la decoración – le dije al tiempo que toqueteaba con mis dedos fríos una lámpara de diseño con forma de gato.

     - Sí, bueno, no quiero sonrojarme. Vamos al baño y te presto un secador, estás empapada.


Subimos unas escaleras muy acorde con la decoración de la casa y finalmente llegamos al dormitorio. Tenía una cama de matrimonio enorme con una colcha blanca y un cojín negro al igual que la pared de detrás del cabezal. Joaquín me ayudó a quitarme la chupa y yo dejé el bolso en el perchero. El suelo era de madera, aunque estaba cubierto de una alfombra también oscura. Comunicado con la habitación y sin ningún tipo de intimidad, había un baño con un pequeño jacuzzi. Joaquín abrió un armario y cogió un secador. Lo enchufó a media potencia y empezó a secarme la camisa de encaje. Al yo ser mucho más bajita, se tuvo que arrodillar, cuando lo hizo, se quedó mirando mis pequeños pechos.

Me sentí incómoda, demasiado. Tenía que actuar pronto si no quería que aquel pirado hiciese conmigo lo que se le antojara. Efectivamente, posó una mano sobre mi pecho izquierdo y comenzó a acariciarlo.


     - Termino yo con el pelo si te parece y así no adelantamos acontecimientos – le dije con un tono ligeramente nervioso.

     - Está bien.


Justo en el momento en que me dio el secador le golpeé la cabeza con éste y cayó al suelo, al ver que se movía rematé la faena. Pude oír su cráneo romperse, o tal vez me lo imaginé. Esquivé su cuerpo pasando la pierna por encima de él, ya que bloqueaba mi camino. Me puse la chupa y cogí el bolso que había dejado colgado en el perchero. Miré el cuerpo inconsciente de Joaquín. ¿Me lo había cargado? Suspiré. Realmente no me importaba.